miércoles, 16 de septiembre de 2009

LUISA Y EL DUENDE

“LUISA Y EL DUENDE”


En un barrio de Chiautla de Tapia Puebla, lugar enclavado en el sur casi límites con Guerrero lugar cálido, árido y de mucho tepetate pero de habitantes muy amables, de un espíritu de superación, y que cuenta con muchos profesionistas que le han dado renombre a lo largo del territorio nacional.

Se cuenta que Luisa era una chica muy alegre y guapa, que vivía con su madre, su casa, aunque humilde, pero limpia era muy agradable, ellas preparaban quesos, crema y requesón para venderlos en dicha población, después de realizar los quehaceres, ordeñaban a las vacas para tener materia prima para sus trabajos, era un establo largo en el patio con frondosos árboles de mezquite y guajes, tenían un pozo para obtener agua, para sus necesidades diarias.

Luisa era la encargada de dicho oficio, mientras su madre molía el nixtamal para elaborar las tortillas, todo el día estaban ocupadas, pues a las dos les gustaba bordar servilletas y pañuelos en sus ratos libres mientras platicaban las novedades, tenían buena amistad con las vecinas y con el párroco del lugar que muchas veces las visitaba para desayunar o comer con ellas, aparentemente su vida era tranquila, pues ellas tenían buena relación y se querían mucho, una tarde cuando Luisa recogía la leche que había dejado en los botes se llevó la sorpresa de que tenían agua en abundancia como si alguien le hubiera vaciado varios jarros de agua, ella preguntó a su madre y ella sorprendida le contestó que no sabía que había pasado, si explicarse el caso, continuaron con sus labores, al anochecer, cuando se disponían a cenar el salero desapareció misteriosamente, lo buscaron afanosamente sin resultado, ellas pensaron que tal vez por tanto trabajo estaban olvidando las cosas.

Se durmieron y al levantarse al día siguiente, se dieron cuenta que la puerta de la calle estaba abierta y ellas la habían atrancado muy bien, asustadas pensaron que algún vecino se había metido para bromear y luego dejó abierto, pero no fue cierto, se preocuparon mucho, y el tiempo transcurría y seguían sucediendo cosas raras, desaparecían objetos, cambiaban de lugar, ya era algo desesperante, estaban al borde de la locura y Luisa pensó en ir con el sacerdote a que la orientara, para saber que hacer, le contó todo con detenimiento, y el buen sacerdote después de escucharla le recomendó que rezara y que estuviera muy atenta de todo lo que pasaba y que si seguía todo igual le avisara y él acudiría a su casa a ver que sucedía, ella regresó a casa y le comentó a su madre lo que había platicado con el padre, dejaron pasar una semana y cada día era más lo que sucedía.

Empezó a escuchar carcajadas y risas sin ver a nadie, muy atemorizada fue al templo a avisar al padre de lo que seguía ocurriendo y él le dijo que al día siguiente iría a comer, y en ese tiempo observaría que pasaba, ellas se levantaron temprano, arreglaron la casa, prepararon la comida preferida del padre y cuando él llegó, lo recibieron esperanzadas de solucionar todos sus problemas, empezaron a conversar y cuando se dispusieron a sentarse a la mesa, donde estaban los platillos colocados muy ordenados y se percibía un olor exquisito, María se disponía a servir al padre cuando del techo sin que hubiera agujero ninguno, cayó un recipiente con orines a la comida ellas lloraron y pidieron mil disculpas, el padre revisó la casa haciendo oración y regando agua bendita, pero todo siguió igual, entonces él la mandó llamar al curato y en oído le comunicó que de esa misma manera avisara a su madre que debían cambiarse de lugar sin que nadie lo supiera, arreglasen todo en silencio y cuando estuvieran listas, él las acompañaría al lugar que les iba a preparar, empezaron a guardar todo y a empacar sin ningún comentario, después de varios días avisaron al cura que estaban listas, llegó el padre y ayudando a colocar todo en una carreta, en silencio se trasladaban al nuevo hogar, cuando la madre dijo: ¡Luisa se nos olvidó la escoba! y en ese momento un hombrecito muy pequeño con sombrero y boca muy grande muy acomedido gritó muy contento: ¡Aquí la traigo! ellas se quedaron heladas y sin saber que hacer.

El hombrecillo les dijo que era un duende y que tenía muchos años viviendo allí pero que se sentía muy solo y se divertía jugando a esconder y hacer travesuras pero que iba a hacer un pacto con ellas, que si regresaban a la misma casa, él sería su amigo y las cuidaría ayudándoles en los quehaceres, ellas emocionadas aceptaron y regresaron.

Se cuenta que aún existe ese duende en esos lugares.

Irma Hilda Aguilera Guevara.
“Jenny”

LA FLOR DE LA FORTUNA

“LA FLOR DE LA FORTUNA”


Cuando existe la inocencia y la bondad, pueden suceder cosas extraordinarias, como lo acontecido hace siglos en la población de Chiautla de Tapia Puebla. En una familia de origen humilde y que se componía de un anciano y su joven hija llamada Azucena, quien como una joven virtuosa y recatada era fiel a sus obligaciones de atender a su padre en sus alimentos y el aseo de su ropa, ella era encargada de todos los quehaceres de la casa y elaborar los alimentos, ya que en esa época se acostumbraba levantarse desde el amanecer para poner el nixtamal y hacer las tortillas, la casa tenía dos piezas como la mayoría del pueblo, una hecha de adobe y teja, que servía de recamara y otra de palma que era para preparar los alimentos y le llamaban cocina de humo, pues usaban leña en el clecuil para hacer tortillas y preparar café o frijoles, tenia piso de tierra y troncos para sentarse.

Azucena aseaba muy bien su casa y se iba con una amiga a la barranca a lavar, por las tardes se sentaba en el gran patio con tecorral para bordar servilletas y platicar con otras vecinas. Su padre llamado Benito, se sentía orgulloso de su hija tan buena y bonita y sobre todo tan noble y servicial y pedía al cielo la premiara por ser tan buena hija, ya que desde la muerte de su querida esposa hacia más de diez años habían quedado solos; los jóvenes la rondaban pero ella no se daba por enterada, dedicada por completo al cuidado de su casa y de su padre.

En tiempo de lluvias le encantaba ir al campo a dejar los tacos a su padre, pues todo estaba muy verde y olía a tierra mojada, había flores de cacaloxuchilt, enredaderas y azucenas silvestres muy olorosas y regresaba a casa con un buen ramo de éstas para adornar su humilde mesa y se deleitaba con el aroma exquisito de dichas flores, disfrutaba de sentir la lluvia y ver esos paisajes maravillosos.

Uno de esos días tan lluviosos como de costumbre, fue a dejar la comida a su padre y no pudo ir con su amiga y se fue sola, disfrutó el camino, cortó hongos de casahuate que en el rescoldo del clecuil preparaba con epazote para quesadillas y en por la noche en la merienda, mientras tomaban sus tacos con té, platicaban su padre y otros vecinos a la luz de las velas, sobre narraciones de duendes, fantasmas y hechos sobrenaturales que a Azucena le fascinaban y le gustaba escuchar y dentro de esas platicas escuchó algo que le impactó.

Benito les platicaba, que sus abuelos le habían dicho que cada cincuenta años en uno de los cerros cercanos, se realizaba un encanto, el día 3 de mayo, y que sólo alguna persona muy afortunada podía aprovecharlos sin tener problemas, ya que otros ambiciosos lo pretendían y sólo encontraron la muerte, pues nunca regresaron a sus casa, lo que ocasionó temor a los vecinos, pero que también había personas que habían visto el encanto y quedado con una gran fortuna.

Azucena escuchaba muy atenta, pues precisamente esa noche era 2 de mayo y al otro día era el día mágico del encanto, escuchó todos los detalles y el lugar exacto y se fue a dormir con mucha agitación, pues decidió ir al otro día a probar suerte sin comunicarle eso a su padre, pues sabía que el no aprobaría sus deseos.

Se durmió con dificultad, y esa noche soñó el supuesto lugar y vio el encanto, viéndose con las monedas de oro de la magnífica flor que había tomado de una laguna que aparecía dentro del cerro flotando al centro un platito con una exquisita flor aromática y hermosa que irradiaba luz, pero de pronto el gallo cantó y se levantaron acordándose que era el día esperado y se apresuró a moler el nixtamal para preparar el almuerzo, lo hizo de prisa y cuando su padre se fue al campo eran como las seis de la mañana, ella se levantó muy alegre ,pensando en ese gran milagro que conocería, se sentía muy segura y por su gran ingenuidad y bondad, pensaba compartirlo con sus amistades y gente necesitada.

Terminó sus quehaceres y se dio cuanta por la sombra del sol que eran las once de la mañana y que tenía que darse prisa para llegar al cerro, pues aproximadamente el camino era de una hora a pie y el supuesto encanto era a las doce del día exactamente y pensando que tenía la fortuna de que ese año se cumplían 50 años del encanto, el corazón le latía aceleradamente, caminó de prisa y al llegar a dicho cerro lo observó, esperando que apareciera la puerta como su padre lo había dicho, y cuando se iba a retirar muy decepcionada apareció un hueco que se hizo mas grande, dejando al descubierto una gran laguna, y al centro un plato con una flor blanca radiante, con destellos dorados y una fragancia que llegaba hasta donde ella estaba, se quedó atónita y cuando reaccionó se dio cuenta que sería imposible llegar hasta el plato, pues la laguna parecía muy honda, y triste se dedicó a observar el plato con la flor, pensando en que al avanzar el tiempo su oportunidad se desvanecía.

Estaba absorta en sus ideas sin darse cuanta de la presencia de una anciana; que tomándole el hombro con cariño le dijo:
Azucena, ¿te gustaría tener esa bella flor? la chica con emoción le respondió que era lo que más anhelaba y reconoció que la anciana era la misma persona que en una ocasión ella había ayudado a lavar su ropa en la barranca, pues la vio enferma, se saludaron y brevemente contó la chica sus ilusiones de la fortuna para ayudar a su padre y a los más necesitados de su comunidad, pero también las dificultades que advertía.

La anciana le contestó que esa flor debía ser para ella y que la ayudaría a obtenerla, inmediatamente, se lanzó a la laguna y nadando ágilmente como si fuera una persona que estuviera muy bien físicamente , tomó el plato y con una sonrisa se lo dio a Azucena, que no sabía que hacer de alegría, una luz la invadió y se abrió cerca de ella una puerta pequeña con mucha luz, allí había muchas joyas y dinero, la anciana le dio unas bolsas para guardarlo y ayudándole se apresuraron, pues sabían que antes de las doce debían salir o se quedarían atrapadas, la guió hasta la salida, la bendijo y dándole un beso se despidió, no sin antes recomendarle seguir tan amable como ahora y ayudar a los demás.

Ella agradeció a su amiga y se retiró de prisa a casa para llegar a preparar la comida, al llegar ocultó las bolsas con las alhajas y el dinero y se dispuso a cocinar de prisa, se encontraba muy emocionada y esperó la llegada de su padre para contarle lo acontecido.

El padre la escuchó con lágrimas en los ojos y se retiró un momento para agradecer a Dios por su premio, dispusieron a ayudar al mejoramiento de la capilla, dar ayuda a los necesitados y mejorar su vivienda, para que por las tardes Azucena, diera clases a los pequeños.

Se cuenta que a la chica se le empezó a llamar Azucena la del encanto y era muy estimada por todos por sus cualidades.

MARIA LA ENDIABLADA

“MARIA LA ENDIABLADA”


En una población ubicada a 65 Km. de la cuidad de Puebla, rumbo al sur, Izúcar de Matamoros, muy conocida por su gente afable, calida y muy alegre, con clima caluroso, sembradíos de caña de azúcar, maíz, frijol, cacahuate y chile, de grandes y bella tradiciones, donde al atardecer después de las labores, se reunían con vecinos y familiares para platicar y tomar chocolate de agua con pan, a veces hacían fogatas o utilizaban el quinqué, muy usado en ese tiempo por carecer de energía eléctrica. Y era en esos mágicos momentos donde salían a relucir esas bellas historias y leyendas que hacían el deleite de chicos y grandes, y una de ellas es la que voy a compartirles llamada María la endiablada.

En esa época de principios del siglo XIX, la vida en familia era de unión, respeto y obediencia, se rezaba el rosario, y al amanecer se daban gracias por el nuevo día, a la hora de los alimentos, se ofrecían los mismos por medio de una oración aunque fueran de escasos recursos, les gustaba participar con fervor en las ceremonias litúrgicas de Semana Santa, Navidad,Corpus Cristi , o fiestas patronales.

En las afueras de la población había una hacienda habitada por una familia de clase acomodada, que tenían una sola hija llamada “María”, era una niña caprichosa, se comparaba frecuentemente con sus vecinos y se sentía superior, los humillaba, se mofaba de ellos, lo que hizo que los niños de alejaran de ella, evitando su trato se convirtió en solitaria y rebelde, sólo contaba con la compañía de su nana, mujer piadosa y paciente que soportaba los caprichos de la chiquilla, y a toda costa trataba de persuadirla para cambiar de conducta, pero María ignoraba los consejos y cada día era más insoportable, sus padres viajaban mucho y la dejaban con la nana Lupe, como le llamaban cariñosamente.

En uno de esos viajes María se comportó peor que otras veces, humillando a Lupe y a los vecinos con berrinches continuos, negándose a comer lo que su nana con tanto amor le preparaba, ella sólo era feliz si le daban dinero, le gustaba juntarlo, en las noches lo acariciaba y pensaba en obtener cada día más, había tomado la costumbre de pedir a sus familiares de manera altanera monedas, y ellos con tal de no provocar sus caprichos, se las otorgaban, era muy desperdiciada, el dinero lo gastaba en golosinas que, apenas probaba las tiraba sin compartirlas con sus vecinos o compañeros, y gozaba ver en la escuela la cara de antojo de sus compañeros al ver tantas golosinas juntas y ella se deleitaba observándolos. Después que sus padres regresaron del viaje, fueron informados por Lupe, de la conducta de María, ellos muy molestos y para evitar que continuara en esa actitud propusieron un castigo fuerte a la niña, se pusieron de acuerdo con los familiares para que nadie le diera dinero, que es lo que mas le gustaba obtener y que ellos harían lo mismo, hasta lograr convertirla en una niña humilde y respetuosa, que ayudara a los demás.

Todos cumplieron con lo pactado y a partir de ese momento, María sintió el rigor de su familia al no obtener dinero a pesar de sus berrinches, suplicas y enojos. Se llegó el día que sus padres tuvieron que partir a otro viaje y le recomendaron mucho a la nana, que la cuidara y no le diera dinero, tan pronto se fueron, María regresó a sus conductas caprichosas, y cuando la nana se distraía, ella salía a la calle y pedía dinero a los vecinos o gente que pasaba, iba a la tienda y pedía golosinas fiadas, convirtiéndose en una obsesión el tener dinero en sus manos, y cuando lo conseguía gozaba al contemplarlo y escuchar su sonido, se pasaba horas en dicha actividad.

Sucedió que una tarde, ya casi oscurecía, María escapó a la vigilancia de Lupe y salió como de costumbre a la esquina de su casa, apenas llegaba cuando encontró a un hombre muy elegante, con traje negro y pelo liso, peinado hacia atrás, de mirada penetrante y con una sonrisa le dijo: ¡María, te estaba esperando! yo se que tu necesitas dinero y nadie te lo quiere dar, no te preocupes, yo seré tu amigo y te daré todo el dinero que quieras, pero no le digas a nadie que nos vimos.

María se emocionó y no se percató del color de los ojos de dicho personaje. El hombre tomó una bolsa llena de monedas y se la entregó despidiéndose, María regresó rápidamente a su casa sin que la buena nana se percatara de su ausencia, escondió la bolsa bajo la cama y se durmió, pero a partir de ese momento aumentó el deseo de tener más y más dinero, y ya sabiendo como obtenerlo, volvió a salir por la noche para ver al desconocido, que ciertamente estaba nuevamente en la esquina, sucedió lo mismo y le entregó otra bolsa de monedas y se despidieron, prometiéndole volver. Después de varios días, el sujeto le dijo a Maria después de entregarle otra bolsa, que necesitaba un favor de ella, le preguntó que quería, y el sonriente le contestó que solo deseaba despedirse con un beso, pues tal vez ya no la vería, ya que sus padres regresarían pronto y ya no podría salir a verlo. Ella accedió y él depositó un beso en su frente y se marchó, al llegar a su casa como de costumbre, guardó la bolsa y se dispuso a dormir. A partir de ese día evitaba rezar como siempre antes de dormir o al despertar. Su carácter era más voluntarioso, se volvió cruel con los animalitos, gozaba con golpearlos. La nana Lupe la observaba con mucha preocupación, pero se resignaba, pensando en la pronta llegada de sus patrones. A la mañana siguiente al ir a despertar a la niña, notó que en la frente tenía una mancha roja como quemadura y preguntó a María asustada que le había sucedido, ella le contestó que no sabía, que no sentía nada.

Por la tarde se escapó a la tienda, llevando unas monedas de las de las bolsas, pidió muchas golosinas y al pagar, cuando el tendero tomó las monedas, sintió un frío intenso y se sacudió todo el lugar ,como un terremoto, ellos se asustaron. Y así pasó en otras ocasiones que ella pagaba con las monedas, empezaron a tenerle miedo y ella muy preocupada, le contó a la nana lo que había pasado, ella muy asustada tomó agua bendita y regó por la casa y se sacudió con un fuerte temblor toda la casa, con un olor muy fuerte a azufre.

Muy temprano al amanecer llevó a la niña con el sacerdote y le contaron todo, y el le aconsejó llevar las bolsas de dinero hasta el final de unos cerros que les indicó y que estaban muy lejanos y arrojar las bolsas hasta el fondo y regando agua bendita y rezando La Magnifica.

Salieron muy temprano, pues los padres de la niña estaban por llegar y después de caminar todo el día llegaron al cerro picudo y con un abismo profundo y rezando La Magnifica como les había dicho el padre, las arrojaron, escuchándose un estruendo como explosión y saliendo una llamarada que las cegó y un fuerte olor a azufre. Regresaron de prisa a la casa y fueron regando por todos los rincones agua bendita, hicieron un rato de oración las dos juntas, y al observar a la niña, la mancha había desaparecido como magia, se abrazaron, María pidió perdón a la nana y le agradeció su ayuda, prometiendo ser obediente y humilde así como prestar ayuda a los demás. Cuando sus padres llegaron se encontraron con una hija diferente y felicitaron a nana Lupe, sin saber jamás lo acontecido.

Irma Hilda Aguilera Guevara.
“Jenny”

EL REVOLUCIONARIO

“EL REVOLUCIONARIO”


Hace más de un siglo, en una pequeña población llamada Ahuehuetzingo, cercana a el ingenio de Atencingo, en el estado de Puebla, existió una casa de adobe, techo de teja y carrizo, con un gran patio y su cocina de zacate y varas, allí vivía Don Everardo, Remedios su esposa y sus dos hijos muy pequeños. El era tranquilo y trabajador, y se dedicaba como la mayoría de habitantes de ese lugar al campo, sembraba maíz de temporal, calabaza y cacahuate.

Remedios se hacía cargo del hogar y lo niños, se levantaba muy temprano para preparar los tacos que Eve como le decían se llevaría al campo, al alba se ponían en pie, encendiendo el clecuil y poniendo el café, martajando la masa para elaborar las tortillas. Sus hijos se levantaban más tarde para desayunar y presentarse en la escuela; Eve antes de irse, acarreaba con dos botes y un palo, agua, para la comida y el aseo de ropa y personal. Tenían varios perros, pues en esos lugares no se acostumbran las bardas, sólo eran cercas de piedra o palos y unos troncos, todos se conocían y respetaban, tanto los lugares como pertenencias y compartían, por ejemplo, si alguien tenía la desgracia de que algún chivo fuera picado por una hormiga roja, se inflaba y moría, preparaban una barbacoa de hoyo y todos participaban, por las tardes cortaban guamúchiles, los asaban al comal, otras veces limpiaban el cacahuate o desgranaban, mientras conversaban con los vecinos.

Un día Eve salió y vio en la cerca un bulto de color oscuro y parecía que flotaba, como acababa de oscurecer, pensó que había imaginado, entro a la cocina, encendió la lámpara y empezó a fumar un cigarrillo, Remedios lo observaba y le preguntó: ¿Qué pasa Everardo? Te noto nervioso ¿tienes problemas? El contestó con evasivas y le dijo que se sentía muy bien, que tomaría un te y se iría a dormir, después de tomarlo se despidió.

Ella se quedó preocupada, pues ya eran varias ocasiones cuando el se iba, escuchaba algo raro y los ladridos de los perros, mejor dicho aullidos, por la tarde regresó y ella le volvió a preguntar como pasó el día, el le dijo que bien. Ya estaba oscuro cuando salió a traer agua para lavarse las manos y cenar, y al pasar cerca de la entrada sintió un escalofrío muy fuerte, y tuvo la sensación de que alguien lo vigilaba y estaba muy cerca de él, apresuró el paso. Entró sudando y muy nervioso, su mujer se dio cuanta, diciéndole: ¡Que pasa hombre! te veo mal, estas muy pálido y estás temblando, siéntate, te daré un té caliente, él le comentó que no quería cenar, sólo descansar, se fue a acostar, pero fue una noche larga y muy inquieto estuvo, con sobresaltos por la madrugada, se levanto como de costumbre y al salir hacia el patio, escuchó el aullido de los perros, su esposa e hijos dormían profundamente, tomó una vela, se armó de valor y se dirigió a la salida, cuando volvió a sentir ese frío tan especial, un temblor, y en ese momento se apagó la vela, el hecho a correr hacia el cuarto y cerró rápido, se recostó, pero su corazón latía aceleradamente, esperó hasta que los primeros rayos del sol aparecieron y escucho la voz de los niños y su esposa. ¿Everardo, que pasa, no piensas ir a trabajar, te sientes mal? El no contestó, se levantó y muy desganado se lavó y sin desayunar se encaminó a sus labores. Nuevamente estaba retrazado en su trabajo y se salió, ya de regreso, la oscuridad lo cubría en el camino, venia con sus perros y al llegar a la cerca, los perros aullaban y se resistían a entrar, los azuzó y entraron, pero él sintió que algo lo impulsaba a ir al río y como autómata obedecía.

Al llegar había silencio sepulcral y un frío lo envolvió, temblaba y no podía articular palabra, cuando levantó la mirada, se encontró con el mismo bulto, oscuro, pero ahora más cerca, notó que tenía un enorme sombrero, como los que usaban los revolucionarios y botas que parecían flotar, un miedo espantoso se apoderó de él, pero armándose de valor le preguntó quien era y que quería, por que no lo dejaba en paz.

El le explicó con una voz ronca y hueca, que había sido un general de la revolución y que en ese lugar había estado y que había cometido muchas fechorías, como el rapto de una joven, el robo de una imagen del templo y más cosas, como el de quemar las trojes llenas de maíz de algunos vecinos, y que fue muerto en un enfrentamiento, sin tener oportunidad de arrepentirse, y que precisamente en su patio había enterrado unas piezas de oro que tenia que devolver a loa familiares de los afectados. Everardo sintió que las piernas le temblaban y le suplicó que lo dejara en paz, que era un hombre de bien, dedicado a su trabajo y que no podía cumplir con lo que le pedía, el sintió que regresaba a su casa, pero la realidad es que nunca llegó, Remedios estaba preocupada por la ausencia de su marido, primero pensó que había ido con algunos vecinos y espero a que amaneciera, pero al no verlo llegar, empezó la búsqueda y lo encontraron muerto en el río, completamente golpeado y con la mirada fija de terror y junto a él tirado un sombrero de revolucionario, se dice que por las noches muy oscuras, son 2 figuras las que aparecen, buscando quien las ayude.

Irma Hilda Aguilera Guevara.
“Jenny”

LA PROMESA CUMPLIDA

“LA PROMESA NO CUMPLIDA”


En una casa antigua de siglos pasados, hecha de adobe, tejas y paredes gruesas, ubicada en un gran solar de las afueras de la población de Chiautla de Tapia, había un árbol de ciruelo muy grande, que en el mes de octubre, se cubría de ricos y jugosos frutos color rojo, tenía muchas ramas y por la tarde se veía muy sombroso. Al pasar por ahí había en ese traspatio un gran tanque de agua y un pequeño tejado, para colocar los objetos que ya no eran usados, la carreta y los bueyes para la yunta.

Pedro campesino de edad media y su esposa Guille se habían casado hace mas de 25 años, cuando ella era apenas una niña tenían 2 hijos casados y vivían en otro lugar, todos los días a las 4 de la mañana Pedro acudía al traspatio a sacar al los bueyes y darles de comer, lo mismo que preparaba sus herramientas para trasladarse a sus campos a su jornada, Guille se quedaba al cuidado de la casa, lavando y preparando la comida para enviar los tacos a su esposo, esa noche, Pedro estaba muy inquieto y no pudo conciliar el sueño y pensando que ya era hora de levantarse, se fue al lugar donde estaban los animales a preparar como siempre sus cosas, pero al acercarse, observaba una luz muy brillante, como si fuera una fuente de energía muy fuerte, casi lo cegó, pero el decidió averiguar, se acercó, al llegar se oscureció.

A la mañana siguiente, aconteció lo mismo, y Pedro extrañado comentó a Guille lo que había presenciado por la mañana, su esposa no le creyó y pensó que como no había dormido bien el día anterior, soñó lo que le platicó, se despidió y se fue al campo, regresó como de costumbre y trajo cargada la carreta de planta de cacahuate, que había arrancado, para que con la ayuda de Guille limpiaran, quitando las raíces de las mismas... Cenaron y afuera de la cocina colocaron un petate y un quinqué para realizar su tarea hasta muy noche, pues al otro día, tenia que llevar a entregar varios bultos de cacahuate. Estuvieron platicando cuando de pronto Pedro sintió la necesidad de trasladarse al traspatio y allí estaba el destello en la parte baja del ciruelo, el corrió alarmado a traer a Guille quien lo acompañó, y los dos se dieron cuenta de que no había ninguna luz, ella enojada le recordó que su cansancio era excesivo y que le hacia imaginar cosas, el aseguraba que si existían.

Al otro día al regresar esperó a que anocheciera para ir al ciruelo y la luz avanzaba hacia él, se sentía como hipnotizado y se dejó guiar, al llegar al centro de dicha luz, escuchó unos murmullos y luego un lamento, poco después una voz hueca le dijo: Eres un hombre trabajador y honrado y te he elegido para que rescates el dinero que se encuentra aquí, desde la época de la revolución y que me des cristiana sepultura. El se sintió recorrido por un temblor y sudor muy frío, y balbuceando palabras preguntó que tenía que hacer, la voz le dio todas las instrucciones y le ordenó que mandara a hacer 20 misas a nombre de Ismael Sánchez, y que el dinero lo tomara para sus necesidades y construir una casa mejor pero que les compartiera a los más necesitados ayuda y que nunca negara alimentos a los que se lo pidieran. Pedro regresó a la cocina y Guille desesperada por la tardanza, se había retirado a dormir apagando el quinqué.

Pedro se quedó afuera observando el reflejo de la luna, que bañaba todo su patio y empezó a pensar como realizar dicha tarea, se durmió hasta muy tarde y por la mañana Guille preocupada, le preguntó si se sentía enfermo, pues siempre se levantaba muy temprano. El pidió a unos vecinos ir a sus siembras y prefirió quedarse en casa, como su mujer era muy curiosa, decidió enviarla a otra ranchería a visitar a sus familiares y que regresara al otro día. Ya sólo, tomó una barreta y se dirigió al árbol para iniciar la búsqueda, empezó a rascar y rascar cerca de una hora ya el calor lo agobiaba, pero su idea era fija, por fin sintió que la barreta topó con algo duro, y con mucho cuidado, observó una gran olla de barro, repleto de monedas de oro, la sacó y más abajo estaba un atado que se suponía era el cadáver de Ismael, lo envolvió en un bulto de los de abono y lo amarró, colocándolo en un rincón del tejado y la olla la guardo muy bien entre su ropa, abajo del catre, con el fin de que su mujer no la descubriera pues era muy comunicativa; llegó la mujer por la tarde del día siguiente, preparó la cena y descansaron, pero tuvo pesadillas, donde pudo ver el rostro del hombre que le dio el dinero, y le decía que si no cumplía la promesa lo castigaría y él ocuparía su lugar, se despertó muy asustado y se fue a trabajar, proponiéndose, que al regresar del trabajo se dedicaría a sepultar los restos encontrados.

Mientras tanto Guille decidió levantarse temprano para adelantar sus quehaceres y poder escombrar su casa y patios, pues había invitado a sus familiares el fin de semana de visita. Al ver la bolsa del tejado, la desenvolvió y se dio cuenta que eran huesos de muerto y asustada los llevó al río y los arrojó, no dijo nada a su esposo, quien regresó más temprano pero como venía muy cansado se durmió sin cenar y se olvidó de su promesa, así pasó una semana, cuando vio una silueta que le reclamaba cristiana sepultura, él se dirigió hasta donde guardó la bolsa y ya no la encontró, preocupado preguntó a Guille si la había visto, y ella dijo que como era basura la tiró al río, El fue rápidamente a buscarla, pero como era tiempo de lluvias, ya había sido arrastrada por el agua muy lejos.
A partir de ese día no estuvo en paz, todas las noches se escuchaba el reclamo del difunto pidiendo sus restos y que se les diera sepultura y él no sabía que hacer.

Cansado de tanto reclamo, optó por irse a otro lugar lejano, llevándose el tesoro, se puso de acuerdo con Guille para salir muy temprano a Cuautla Morelos, donde tenía familiares, pero al ir la mujer a despertarlo lo encontró muerto y junto a el la misma olla pero repleta de cenizas, ella atemorizada huyó de allí, perdiendo la razón.

Irma Hilda Aguilera Guevara.
“Jenny”

EL ANGEL DE LUISITO

“EL ANGEL DE LUISITO”


Cuando en una familia existe la fe y el amor a Dios y se practica la oración diaria, se dan gracias por cada favor recibido, y se tiene el alma limpia y con bondad pueden suceder hechos maravillosos, como el que presento:

Hace muchos años, en siglos pasados, había una familia formada por Esperanza , mujer humilde y su pequeño hijo Luís de tres años, sola y con mucha necesidad de trabajar, para poder sostener a su pequeño, se levantaba al alba para lavar y planchar ropa ajena, además de salir por la mañana a realizar quehaceres en otras casas, con sus pocos ahorros se había comprado una Biblia usada y por las noches mientras el niño dormía, ella leía con avidez , y después rezaba y se dormía en paz, para estar lista para la nueva jornada del nuevo día. Esto acontecía a diario, pero a Esperanza la atormentaba el tener que dejar por varias horas al niño solo, mientras salía a trabajar, le dejaba cerrado con llave, quitando los objetos que él pudiera tomar y ocasionarse algún daño. A veces dejaba a Luisito dormido pero otras lo dejaba bañado en lágrimas al verla partir. No tenía otra forma de ganar dinero, ni familia que pudiera atender al niño, y tampoco le aceptaban llevar a su hijo al trabajo, en sus ratos libres, platicaba al niño sobre su angelito de la guarda y le enseñaba una oración sencilla para pedirle su ayuda en el cuidado evitándole accidentes o algún percance El observaba muy atento la imagen de un ángel con un niño, que Esperanza había enmarcado y colocado en la cabecera de la cama.,EL se pasaba largos ratos cuando estaba solo platicando con el angelito, contándole sus miedos de acuerdo a su edad. Pera, como le llamaban a Esperanza de cariño, dejaba parte de su alma, cada mañana le recomendaba, no tocar la estufa ni abrir ni subirse a lugares altos, el era un pequeño muy entendido y como el cuarto era reducido no había mucho que hacer. Tal parece que Luisito comprendía la preocupación de su afligida madre, se portaba muy bien. Un día muy lluvioso el niño amaneció con fiebre alta y los ojitos muy rojos, quejándose de dolor de cabeza y sin apetito, ella le dio un té y un masajito pues sabia que no podía faltar al trabajo y muy preocupada se puso a orar y pedir el pronto alivio de Luisito y con mucho dolor esperó a que se durmiera para retirarse a sus labores, le dejó un vaso con agua. Al comentar con sus patrones su caso, ellos alarmados le informaron que se había desatado una epidemia y que varios pequeños, a pesar de los cuidados, habían fallecido, ella con el alma en un hilo, se apuró a sus labores con el fin de regresar pronto a casa, para ver a su pequeño, pero ese día hubo más cosas que realizar y se fue más tarde de lo acostumbrado, cuando llegó a su casa se asustó al ver una luz encendida, pues ya oscurecía y pensando que alguien hubiera entrado apresuró el paso, abrió y encontró a Luisito muy dormido, pero más tranquilo, ella no se pudo explicar como se encendió ese quinqué, ya que el niño no sabía donde estaba, ni como se encendía, además el pequeño estaba muy arropado.
Debido a tantas preocupaciones el asunto pasó al olvido y preparó todo lo del siguiente día, se durmió y agradeció a Dios por la salud de su hijo.
Al otro día se ausentó y regresó aún más noche a casa y volvió a encontrar a Luisito muy arropado y dormido, pero con el quinqué encendido. Extrañada preguntó a sus vecinos si alguno había encendido la luz, ellos le recordaron que siempre dejaba cerrado con llave y el niño no sabía abrir, por lo que no había forma de entrar.
Entonces pensó en esconder el quinqué, llevarse los cerillos y regresar antes de oscurecer. Pero tal pareció, que no pudo realizar sus planes ,pues sus patrones, le indicaron que tenia que esperar pues tenían una reunión y tenia que ayudar, y ella no pudo negarse, por su gran necesidad, y al regresar muy asustada observó a lo lejos la luz de su casa y se sobresaltó, entró, revisó todo y sin encontrar huellas de que alguien hubiera entrado, solo descubrió, un plato como si alguien hubiera preparado un alimento a Luisito , se preocupó mucho y mentalmente se dijo para quedar tranquila que tal vez su difunta madre estaba ayudándola a cuidar al niño. Con ansiedad esperó a que el chiquillo despertara para preguntarle que había pasado y el le contó muy emocionado, que cuando ella se iba entraba un amiguito de el, muy blanco y con mucha luz parecido al del cuadro, lo cuidaba, lo arropaba, le daba alimentos y le dejaba la luz encendida diciéndole que no tuviera miedo, le contaba historias muy bonitas y que el día que estaba enfermo le había dado un regalo, era una pluma muy suave y blanca, muy brillante y le dijo que la pusiera debajo de su almohada y que el estaría ahí. Ella lloró abrazada al niño y se hincó para dar gracias a Dios por enviar a ese ángel a cuidar a su hijo, colocó la pluma en la Biblia y quedaron en paz.

Irma Hilda Aguilera Guevara.
“Jenny”

Lucesita y sus leyendas. Dedicatoria e Introducción

Lucesita
y
sus leyendas



















Irma Hilda Aguilera Guevara

2005

DEDICATORIAS



A mis adorados
Abuelos: por
Su ternura y enseñanzas.

A mis padres:
Por su cariño y guía
Y a mi madre “Luchis”
Por compartirme su valioso
Caudal de leyendas.

A mis hermanos:
Ma. Silvia Arcelia,
Víctor Fernando y
Sergio Alberto
Por su apoyo.

A mi esposo:
Ing. Carlos Manuel Pedraza M.
Por su valiosa ayuda
Y amor.

A mis hijos:
Francisco Manuel
Daniel
Carlos Mauricio
Por su motivación.
A mis amistades
Y familiares
Con agradecimiento
Por su afecto.

A todos los lectores, con el exhorto
De seguir transmitiendo estas leyendas.

INTRODUCCION


Nací en una bella población al sur del estado de Puebla, llamada Izúcar de Matamoros, lugar de clima cálido, gente alegre y hospitalaria, con tradiciones religiosas muy arraigadas.

Tuve la fortuna de nacer y crecer en el seno de una familia cariñosa y unida, y que gracias a la prodigiosa memoria de mi madre Luz Maria Guevara, quien comparte con nosotros un maravilloso tesoro constituido por un caudal de narraciones y leyendas que a través de su vida ha ido difundiendo y acrecentando., se despertó en mí una inquietud y compromiso por rescatar estas bellas tradiciones y plasmarlas, para que sean conocidas y difundidas por chicos y grandes y no se pierdan en el olvido.

Aun recuerdo con nostalgia y agrado esas noches hermosas, donde reunidos escuchábamos relatos y leyendas que por medio de la imaginación nos trasladaban a lugares y épocas pasadas viviendo las emociones y sustos de los personajes, compartiendo hechos sobrenaturales.

Así pudimos asombrarnos con María la endiablada, enternecernos con el callejón de las rosas, atemorizarnos con el drama de la despedida del ladrón y otras más.

Pongo a su disposición éste volumen que constituye un legado muy preciado, seguro que disfrutarán con su lectura y lo seguirán contando a sus hijos, nietos y familiares.









Con agradecimiento
Irma Hilda Aguilera Guevara.
“Jenny”
Izucar de Matamoros, Puebla
2005

jennyguevara09@gmail.com